martes, 28 de abril de 2020
ICEBERG
Es hora de decir te quiero. Es tiempo de resignación y aceptación.
Esta noche es la última que pasarás a mi lado, la última noche que estarás conmigo. No puedes entenderme, belleza nórdica, pero te voy a echar de menos. Ya te echo de menos y aún no te has ido, y duele.
Duelen los pulmones. Parece que no quieren hincharse demasiado, como si tuvieran miedo de explotar.
Duele el corazón, cada vez que bombea sangre se clavan mil diminutos cristales en el músculo.
Duelen los miedos, los que a veces calmabas con tu mirada tan cristalina que fascinaba. Y hoy me acompañan más que nunca, hoy aplastan mi espíritu con la fuerza de cien titanes. No es fácil describir todo lo que eres para mí, todas las cosas que odiaba pero a las que al final me acostumbré. Pero, sobre todo, no es posible describir lo que te he querido y te querré hasta el final de mi vida.
Mis ojos se anegan contra mi voluntad pensando que apenas faltan horas para no volver a verte, para que no me vuelvas a ver, para que te derritas, mi pequeño iceberg.
Tengo muchísimo miedo. Miedo de que te vayas y no vuelvas nunca más. Espero que puedas perdonarme por no ir a tu final, no soy capaz de recogerte en polvo. No soy capaz de esperar mientras el líquido recorre tu sangre y detiene tu corazón. No puedo.
Siempre estarás en mí, me acompañarás en los viajes a nuestro descampado como si aún estuvieras aquí y cantaré todas las noches allí, bajo la luz de la luna y las estrellas, entre escombros.
Llega la hora de decirte adiós, mi pequeño iceberg de alma azul. Te quiero ahora y siempre. Buen viaje.
viernes, 10 de abril de 2020
MÁTAME
Mátame. Ni siquiera lo pienses. No pienses cómo ni si quieres hacerlo; sé que no quieres hacerlo.
Sé que no tengo derecho a pedírtelo, menos aún a mentarlo. Pero me preguntas como puedes ayudarme y está es mi solución, mi petición.
Necesito que lo hagas; rápido, despacio, limpio, como tú quieras pero haz que deje de sufrir. El sabor de las fresas ya no me anima y los días pasan todos iguales, uno detrás de otro, sin trascendencia más allá del dolor.
Y quiero frenar el tiempo, pero el tiempo quiere acelerarme a mí, lanzarme al vacío sin cuerda y que me las apañe para salir volando del agujero.
Dicen que Dios aprieta pero no ahoga. ¿Tú también tienes el cuello en carne viva por su soga? Yo sí y si alguna vez me encuentras sin vida pasaré mi eternidad buscándolo si es que existe para mostrarle lo que hace su soga divina.
Mátame porque ya no puedo más, porque ya no tengo nada, sólo una enfermedad que me devora. Yo no podría conseguirlo sola. Mátame por compasión, por rabia, por ira, por tristeza, finjamos que ha sido un accidente. Ayúdame a morir, nadie lo sabrá jamás.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)