viernes, 20 de marzo de 2020

AURORAS BOREALES

Siempre intento imaginar la muerte. Cómo será estar muerto, no sentir nada, ser el cadáver. No puedo evitar pensar en una persona (como ente no tangible) atrapada en un cuerpo inerte. Supongo que es algo así como una parálisis del sueño, ya que es imposible no sentir nada estando viva.Cuando pensaba en la muerte de pequeña, en que algún día iba a morir y los demás también, me dolía mucho el estómago y me ponía a llorar. Sentía una angustia horrible en el pecho y sólo quería escapar de ese destino. No concebía el no existir. Mi madre me decía que todos morimos algún día y que no podemos evitarlo, pero que todavía quedaba mucho para que eso pasara.¿Cómo decirle a un niño que las personas se van, que algunas dejan un vacío tan grande como el que yo sentí en ese momento?. Ahora no le temo a la muerte. La mayoría del tiempo solo deseo morir y pienso las diferentes formas de provocar el final.A lo que tengo verdadero pánico es a dejar ese vacío en alguien, que sea irreparable y por supuesto volver a sentir ese vacío, aunque lo siento a menudo. Y nada de lo que hago lo llena. Imagino la hora de la muerte, cuando nuestro cuerpo no tiene vida y nuestro ``ente´´ (supongo que podemos llamarlo espíritu, por usar un término, pero no creo en los espíritus), que nuestro ``ente´´ va hacia algún sitio antes de morir definitivamente. Para mí ese lugar es un paisaje en Noruega con auroras boreales y brisa que mueve suavemente mi pelo. No hace frío ni calor; lleves la ropa que lleves te sientes bien. Yo llevaría mi jersey negro de punto con capucha (estilo arquera del bosque), vaqueros o leggins negros y botas negras con hebilla. Hay un sillón enorme y una roca lisa y grande. La nieve de las montañas no moja así que puedes sentarte en la nieve con la espalda apoyada en la roca. Todo es nieve, oscuridad y una atmósfera de amor y calidez a tu alrededor. Allí te sientes protegida, tranquila. Tienes que tomar asiento porque se acerca la hora. En las auroras boreales que bailan en el cielo, iluminando la noche tenuemente, se proyecta la película de tu vida; todos y cada uno de los momentos de tu vida desde tu nacimiento hasta tu fallecimiento. Puedes verlos de nuevo, pausarlos, elegir momentos etc. Incluso puedes verlos desde tu perspectiva, como si volvieras a vivirlos, o verlos desde fuera. Y ahí te quedas para siempre, viendo tu película todas las veces que quieras. También puedes ver las vidas de la gente importante para ti, cómo has influido en ellas. Me reconforta y me da mucha paz pensar así; hace que le tenga menos miedo a la muerte, que lo vea como un proceso más, un proceso bueno. Sería más feliz si pudiera ver mi vida de esta manera... Estar eternamente así: yo, material de dibujo, libros y mi vida pasando delante de mí en auroras boreales. Sin miedo a nada, sin miedo a que ocurra nada. Añadiría música de piano lenta, para sentirme mecida por la tranquilidad, el amor, la paz y la libertad. (escrito el 30 de abril de 2018)

jueves, 5 de marzo de 2020

OLOR A NUEVO

Por fin lo tengo entre mis manos. Llevaba dos meses esperándolo y por fin es mío. Como siempre siento su peso, lo aprieto contra mi pecho para confirmarme a mí misma que es real. No puedo aguantar más y abro el sobre acolchado, despacio y con cuidado como si fuera el tesoro de una ciudad escondida. Contengo la emoción y meto la mano en el sobre. Saco el libro con la expectación a punto de reventarme el pecho, lentamente y abro mucho los ojos al ver su grosor y sus páginas llenas de letras. Asoma la ilusión en mi mirada. Me encanta esa pequeña sorpresa de recibir un libro nuevo y comprobar que es más grueso de lo que imaginaba, es como comprarte una caja de bombones y, al abrirla, ver que hay dos pisos. Acaricio el lomo, las páginas, observo la portada y dejo que me invada la alegría. Abro el libro por una página al azar y acerco la nariz para oler el papel. Adoro el olor peculiar de cada libro, el olor a nuevo, a viejo, a lo que sea pero siempre diferente. Me dirijo a la primera página, en la que hay una dedicatoria de la autora escrita especialmente para mí. A través de sus palabras siento su gratitud y sus mejores deseos, sus ganas de que disfrute de su historia. Entro por la puerta de mi casa y voy directa a mi habitación. Cojo el teléfono para avisar a las personas cercanas de que ya tengo mi nuevo libro. Lo coloco en la estantería y lo contemplo orgullosa. Es mi mayor logro del día de hoy.