martes, 28 de enero de 2020
EL MEJOR BAILE
Levanto la mano hacia la leve iridiscencia que ha empezado a aparecer como una nube de vapor, flotando en la oscuridad permanente en la que vivo.Tengo la sensación de que puedo hundir mi mano en ella y sentir su materialidad, aunque en realidad sólo es un tenue brillo difuminado con aspecto de galaxia o nebulosa con una gama cromática tan bella, hermosa y sublime que me abraza el corazón con un amor tan cálido que derrite durante algunos instantes la escarcha que recubre el músculo cardíaco.Ilumina suavemente mi rostro, dibujando sombras de colores en mis pómulos, mi nariz, mi barbilla. Contrastan con las sombras que envuelven mi parte corpórea, confiriéndome un aire artístico, místico. Pero ante todo confiriéndome un aspecto de tranquilidad, de sutil belleza que resulta hipnótica por la normalidad que hay en ella. Inicio mi danza improvisada alrededor de esa pequeña serendipia que la vida ha tenido a bien concederme para aligerar el peso que cargan mis hombros, desenredar los nudos de mi madeja emocional y hacer que mi corazón vuelva a latir de emoción y no como mero mecanismo de supervivencia. Bailo lentamente, con movimientos fluidos, tranquilos, que transmiten paz y sosiego. Balanceo mi cuerpo sin tensión, dejándome llevar por la melodía que solo oigo yo, que solo mis oídos perciben, que suena en mi cabeza. La nube iridiscente también se mueve, rodeándome y envolviéndome para avanzar juntos y movernos en sintonía, compenetrados para ejecutar el difícil pero infinitamente hermoso sentimiento que
es el amor.
Es el amor puro y sin artificios ni ornamentos que debe realizarse con paciencia, tiempo y presencia de espíritu, con todos nuestros sentidos enfocados en nuestro compañero de baile y en los latidos de ambos corazones uniéndose y absorbiéndose, empapándose de la esencia del otro. Porque esa nube de iridiscencia que a veces aparece en la oscuridad es un ser humano con el que he establecido una conexión fuerte y consistente. Una conexión que precisa de la ejecución de la danza que es el amor para mantener su existencia, para perdurar en el tiempo en el finito espacio que es la vida. En las finitas oportunidades que nos concede la existencia en su finita duración para que saboreemos con todo nuestro ser los momentos, las sensaciones, las emociones, los pelos de punta y las cosquillas en el estómago, las caricias, los besos, las palabras que nos dedican los demás. Los buenas noches o buenos días, los avísame cuando llegues, los estoy deseando verte y los siempre estaré ahí que se hacen realidad. Los abrazos que apagan todos nuestros incendios y los silencios compartidos que nos dan tanta paz y serenidad en nuestra oscuridad, que nos iluminan un poco el camino.
El amor, el motor que da sentido a eso tan complicado que es la vida.
jueves, 2 de enero de 2020
CRISTALES MASTICADOS
¿Qué hacer cuando todos mienten?
¿Qué hacer cuando el corazón suena encantador al romperse la arenilla en la que se ha convertido después de tanto quebrarse, de tanto morir una y otra vez?
Me acostumbré al sonido de mi corazón cuando se rompe, al final me ha acabado gustando tanto que disfruto del eco que suena en mi pecho, el mismo sonido que harías si masticases cristales. Pero no me gusta romperlo, claro. Eso duele. Mucho.
Creo que es lo peor que le puede pasar a una persona en la vida; que se le rompa el corazón. Y no estoy hablando de una simple decepción porque te ha dejado el noviecito/a de turno o porque te enfadaste con esa amiga que siempre llega tarde o con la que nunca estás de acuerdo. Eso son simples pérdidas de tiempo de las que puedes sacar algún beneficio personal si eres lo suficientemente resiliente.
Cuando se rompe un corazón... un mundo se viene abajo, el cerebro deja de funcionar, somos tristes juguetes rotos con los que se han cansado de jugar. Imagina una estrella que se muere, con su supernova en el espacio exterior. Imagina esa muerte en el pecho, en el alma , en tu mente. Un ataque directo en tu talón de Aquiles; como estar bajo el agua y no poder salir cuando se acaba el oxígeno, pataleando y apretando bien fuerte los dientes y los labios para que el aire que queda no salga, pero el agua no se acaba nunca. Es tan fácil hundirse en el agua cuando te rompen el corazón... Tan fácil desconfiar... Aunque cuando se vuelve habitual tu espíritu luchador dice basta, no por miedo, si no por cansancio. Ese cansancio característico de una vida llena de golpes y abatimiento, ese cansancio que te hace querer hundirte en el agua aunque quieras respirar.
Todo pesa, hasta el aire. La paciencia se va de viaje y la esperanza se toma su medicación para dormir, ambos sin fecha de regreso. Asistes a la conferencia de tu vida mientras los cristales masticados que ahora forman tu corazón se mantienen unidos por una mezcla de resina y cinta americana; roza lo tétricamente artístico. Pero da asco. Ojalá el mundo no girara tan despacio, ojalá el mundo no girara tan rápido, ojalá no pareciera una puta noria averiada.
Y ojalá tu corazón no se rompiese más y dejase de sonar todo el tiempo cada vez que respiras, cada vez que piensas en todas las veces que se rompió y en lo estúpido/a que fuiste por dejar que alguien o algo pudiese romperlo. Maldita inocencia humana,maldita verde esperanza.
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